No actuar frente a las arbovirosis puede acarrear consecuencias graves, tanto para la salud individual como para el conjunto de la comunidad. Las enfermedades transmitidas por mosquitos, como el dengue, el virus del Zika o la fiebre del Nilo Occidental, ya no son un fenómeno lejano: su presencia va en aumento, y con ellas, los riesgos que representan.
Las complicaciones médicas pueden ser severas. Estos virus no solo causan fiebre o malestar, sino que en casos graves derivan en hemorragias internas, alteraciones neurológicas e incluso la muerte. En el caso de las mujeres embarazadas, el virus del Zika puede provocar malformaciones congénitas como la microcefalia.
A esto se suma la posibilidad de brotes epidémicos que colapsen los sistemas de salud, tal como se ha visto en diferentes regiones del sur de Europa y América Latina. El coste económico no es menor: los recursos destinados a la atención médica, la reducción de la productividad laboral y las campañas de control del mosquito vector suponen una carga para los gobiernos y la sociedad.
Los grupos vulnerables —como niños pequeños, personas mayores y embarazadas— son especialmente susceptibles a las complicaciones. Además, el cambio climático y la urbanización sin control favorecen que los mosquitos vectores se expandan a nuevas zonas donde antes no existía riesgo.
En definitiva, prevenir es indispensable. Ignorar el problema no solo compromete la salud individual, sino también la capacidad de respuesta de los sistemas sanitarios y el bienestar colectivo.